De repente llega ese día en el que te das cuenta que ya no eres una jovencita. Miras hacia atrás y te sientes orgullosa de cada uno de tus tropezones, de cada uno de tus errores, de cada uno de tus triunfos y definitivamente de cada uno de tus años bien vividos.
De repente llega ese momento en el que dices "¡wow!" Y es que como recuerdas muy bien de dónde vienes, a veces cuesta creer hasta dónde has llegado. Es allí cuando llena de alegría le sonríes a la vida y le das gracias a Dios por haberte cuidado y guiado todo el tiempo, hasta en esos momentos en los que no podías ver su mano.
Es allí donde te sientes agradecida por todas esas personas que han llegado a tu vida tocando tu alma de una u otra forma. Sí, incluso agradeces por esas personas que te hicieron sufrir tanto, pues a través del sufrimiento te reconstruiste una y otra vez para convertirte en quien eres hoy.
De repente llega ese día en el que extrañas a tu rostro jovial, pero luego recuerdas lo mucho que has crecido y madurado. Piensas en lo chévere que es sentirse segura de sí misma y de tus cualidades, que esa nostalgia inmediatamente desaparece.
Saludos a todas las mujeres bellas. Sé que están allí en algún lado sonriendo, porque saben de lo que hablo, porque me entienden y comparten mi sentir. Miles de abrazos.
Foto de Leidy Anderson
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